La Santa Misa
¿Qué es la Santa Misa?
En el Catecismo Mayor de San Pío X, encontramos la siguiente definición de la Santa Misa:
La Santa Misa es el Sacrificio del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece sobre nuestros altares bajo las especies de pan y vino en memoria del sacrificio de la Cruz” (nº. 655), siendo “substancialmente el mismo que el de la Cruz…” (nº. 656), porque “en la Cruz, Jesucristo se ofreció derramando su sangre y mereciendo por nosotros, mientras que en nuestros altares Él se sacrifica sin derramar sangre y nos aplica los frutos de su pasión y muerte (nº. 657)".
Pero Nuestro Señor ya no está en la tierra, ¿Cómo puede ofrecerse este sacrificio?
Nuestro Señor está física, substancial y personalmente presente sobre el altar por la transubstanciación, cambiando el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre. Desde el momento en que la víctima está realmente presente, puede haber sacrificio.
Este milagro extraordinario ocurre cuando el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración. Sólo el sacerdote tiene el poder de hacerlo en virtud de su carácter sacerdotal recibido en el día de su ordenación.
Sobre la Cruz, la preciosa Sangre fue realmente derramada. ¿En la misa cómo es inmolada la víctima?
El sacrificio es realizado por la doble consagración. En virtud de las palabras de la consagración, el Cuerpo de Jesús está presente bajo las apariencias del pan y la Sangre bajo las apariencias del vino. Hay, pues, una separación sacramental del Cuerpo y de la Sangre, lo que indica la muerte y significa la inmolación de la víctima.
Esa separación sacramental es suficiente para que haya un sacrificio real, porque la inmolación exterior es solo signo de la inmolación interior. En efecto, puede haber interiormente un sacrificio sin inmolación física real, pero solamente sacramental, como la que es realizada por la doble consagración.
¿El sacrificio de la Santa Misa es esencialmente el mismo que el de la Cruz?
Sí, porque están presentes en ellos el mismo sacerdote y la misma víctima. En efecto, los elementos esenciales de un sacrificio son el sacerdote, la víctima y aquel a quien se ofrece.
En la Cruz, el sacerdote que ofreció el sacrificio fue Nuestro Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote; la víctima era Él mismo que se ofrecía al Padre Eterno. Los mismos elementos se encuentran en la misa, sin embargo, podemos advertir estas dos diferencias:
- Sobre el altar Nuestro Señor se ofrece a Sí mismo de manera incruenta, mientras que en la Cruz Él ha derramado físicamente su sangre.
- Sobre el altar Él se ofrece por el ministerio del sacerdote, mientras que sobre la Cruz Él ha ofrecido directamente su sacrificio.
Pero ambos consisten en el mismo acto de amor del Salvador. Nuestro Señor Jesucristo ha merecido (sus méritos son infinitos porque Él es una Persona Divina), todas las gracias de salvación y Él aplica ahora esas gracias merecidas en el pasado a cada uno de nosotros en particular. En resumen, la Cruz ha abierto el tesoro de las gracias y la Santa Misa distribuye el uso práctico de ese tesoro.
¿Siempre es Jesús el sacerdote durante el Sacrificio de la Misa?
Jesús es el sacerdote principal y el sacerdote humano es sólo un instrumento. El Salvador sigue queriendo de hecho ofrecerse Él mismo por el ministerio de sus sacerdotes. Esa entrega de sí mismo que hace Nuestro Señor es la continuación de la Cruz que nunca ha cesado en su Corazón. Esta entrega, siempre viva en Él, es el alma de la Santa Misa.
El Concilio de Trento declara que la Misa es un Sacrificio verdaderamente ofrecido por el sacerdote oficiante, por el poder de su sacerdocio, in persona Christi, o sea, en lugar de Cristo, que es simultáneamente Sacerdote y Víctima, siendo la Misa el mismo Sacrificio de la Cruz.
¿Cuáles son los efectos de la Santa Misa?
En la Santa Misa se ofrece a Dios un sacrificio por los pecados de los hombres, una acción de gracias y una adoración de valor infinito. La Santa Misa nos concede pues toda clase de gracias, a la vez espirituales y temporales, en la medida de nuestras disposiciones interiores. La Santa Misa Católica tiene y tendrá siempre el efecto de elevar a los hombres hasta la Cruz y de unirlos a Nuestro Señor Jesucristo crucificado.
¿Estas verdades pueden cambiar?
No, porque ellas han sido definidas por la Iglesia de manera irreformable. La certeza de fe es mayor, por ejemplo, que la certeza matemática, porque esta se basa en la razón humana y aquella sobre la autoridad y veracidad de Dios que la revela.