Monseñor José Sarto
Sus múltiples méritos, sus señaladas virtudes, su santidad de vida, su celo por la salvación de las almas y su competencia para gobernar la diócesis de Treviso llegaron a conocimiento del Papa León XIII que, queriendo mostrarle su confianza, lo nombró obispo de Mantua en noviembre de 1884. El humilde José Sarto miró aquel nombramiento como una desgracia e incluso escribió al Papa, pero no se tuvo en cuenta su petición. Así que partió para Roma, donde el domingo 16 de noviembre de 1884, día dedicado al patrocinio de María Inmaculada, protectora de Mantua, fue consagrado obispo en la iglesia de San Apolinar.
Obispo de Mantua
El 18 de abril del año siguiente Mons. Sarto hizo su entrada solemne en su diócesis. Para los hombres destinados a grandes cosas, los caminos de la Providencia suelen ser misteriosos.
Se ocupó en primer lugar del clero: para favorecer las vocaciones sacerdotales, le pidió a todos los fieles que ayudasen a los seminaristas, de los que dependía toda la esperanza de un futuro mejor para la diócesis. El resultado fue muy positivo, ya que el número de clérigos se elevó a 147. Monseñor Sarto se tomó particularmente a pecho la formación de los seminaristas. De cada joven que deseaba entrar al seminario quería saber si tenía la vocación, si era piadoso, si frecuentaba los sacramentos, si rezaba… En pocas palabras, deseaba verdaderos sacerdotes para la Iglesia.
Luego, para remediar el descuido que ya había en aquella época en algunas parroquias, decidió que se reuniera un Sínodo diocesano, a cuyo término se editaron algunas prescripciones acerca de la instrucción religiosa de los fieles: explicación cada domingo del Evangelio; mejor preparación para los niños a la primera Comunión; creación de círculos y de asociaciones católicas para jóvenes, con el fin de mantenerlos alejados de los peligros; reorganización de las cofradías, etc. Podemos considerar aquel Sínodo como el punto de partida de la restauración moral y religiosa de toda la diócesis de Mantua.
Cardenal y Patriarca de Venecia
Tras la muerte del Patriarca de Venecia, el Papa León XIII lo designó sucesor el 12 de junio de 1892. Aunque pidió de nuevo que lo dispensaran de tales funciones, otra vez fue en vano.
En octubre de aquel año fue a visitar por última vez a su tan querida madre, que entregó su hermosa alma a Dios el mes de febrero del año siguiente.
Siempre vivió pobre de espíritu, lleno de compasión por los sufrimientos de los desdichados, de modo que siempre estaba dispuesto a ayudar a las personas que acudían a él. Visitaba frecuentemente los hospitales, los hospicios y las prisiones. El celo y la actividad del Cardenal Sarto no tenían límites cuando se trataba de socorrer las miserias humanas de todo tipo.
El escudo de armas
El escudo de armas de Mons. Sarto consistía inicialmente en un fondo azul con un ancla de plata de tres ganchos sobre un mar agitado, iluminado por una estrella de oro. Los tres ganchos del ancla simbolizaban la fe, la esperanza y la caridad: "La cual tenemos como segura y firme áncora de nuestra alma" (Heb 6, 19). La estrella evocaba a María. Pero ahora que era patriarca de Venecia, añadió a su escudo el león alado que tiene el Evangelio, representación de San Marcos, patrón principal de la augusta ciudad, con estas palabras: Pax tibi Marce evangelista meus! Cuando fue elegido Papa, San Pío X conservó el león en sus armas, añadiendo tan sólo las insignias del Sumo Pontificado.