Oblatas de la Fraternidad San Pío X
El fundador
Fundada por Su Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre, la familia de las Hermanas Oblatas de la Fraternidad vio la luz en 1973.
Obligada en conciencia a dejar a su familia religiosa porque se había vuelto infiel, una primera Hermana francesa, de una orden hospitalaria, Sor Marie Bernard, vino a tocar a la puerta de Écône.
Otras no tardaron en hacer lo mismo, y es así como nació la sociedad de las Hermanas Oblatas.
En principio, las Hermanas Oblatas son entonces Religiosas canónicamente liberadas de sus obligaciones con respecto a su propia Congregación y deseosas de salvar su vocación de la debacle postconciliar.
Muy pronto se unieron a ellas personas de edad madura, liberadas de sus deberes de estado y deseosas de santificarse al entrar en contacto con la Fraternidad, dedicándose a sus obras. Actualmente, al persistir la crisis de la Iglesia, fuente de nuevas necesidades, el reclutamiento tiende a modificarse. La estructura más flexible permite a otras vocaciones encontrar un terreno favorable para su desarrollo.
Vínculos jerárquicos
Las Hermanas Oblatas no tienen jerarquía propia, a diferencia de la mayor parte de las Congregaciones femeninas, una de las cuales es la de las Hermanas de la Fraternidad que, a pesar de su nombre y los lazos espirituales profundos que mantienen con la Fraternidad, son jurídicamente independientes de ella.
Al ser miembros de la Fraternidad de pleno derecho, como los Sacerdotes y los Hermanos, las Hermanas Oblatas no tienen Superiora General electa, sino que dependen del Superior General de la Fraternidad. Entre sus manos hacen su Oblación, permaneciendo a su entera disposición para las necesidades de la Fraternidad.
En los prioratos, las Hermanas dependen directamente del Prior.
Si la comunidad cuenta con más de tres miembros, el Superior General puede designar una Superiora, después de consultarlo con el Prior.
¿Religiosa u Oblata?
Según los términos mismo de los Estatutos –redactados por Mons. Lefebvre en 1982–, las Hermanas Oblatas forman “una sociedad de vida en común sin votos, pero con un compromiso como la sociedad de los Sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.”
La historia de la Iglesia muestra una evolución segura, desde la concepción general y tradicional del monaquismo (con la estabilidad y la solemnidad de los votos), hasta las formas más recientes de los “estados de perfección”.
De hecho, en el transcurso de los siglos, sin abandonar nada de la tradición monástica que mantiene su lugar privilegiado, se han creado nuevas familias, de acuerdo con fórmulas cada vez más flexibles. Al liberarse de formas exteriores desde luego muy importantes, pero no indispensables, no conservaron sino lo esencial de una vida totalmente entregada a Dios, aceptada y aprobada por la Iglesia.
Es así que junto al “estado canónico completo de perfección” –tipo perfecto de los estados de perfección– al que pertenecen las Órdenes de votos solemnes y las Congregaciones de votos simples, el Código de Derecho Canónico define como “segundo estado canónico de perfección” a las sociedades de la vida en común sin votos. Desprovistas de varios elementos jurídicos necesarios para constituir el estado canónico completo de perfección, como los votos públicos de pobreza, castidad y obediencia, estas sociedades no poseen menos que las otras cualidades que pertenecen a la esencia de la vida de perfección.
Así pues, según el derecho de la Iglesia, si estas sociedades no son en el sentido propio institutos religiosos, ni sus miembros Religiosos, son sin embargo asimilados a ellos por el Código.
Es así como Su Excelencia Mons. Lefebvre quiso que fueran las Oblatas de la Fraternidad.
La espiritualidad de las Hermanas Oblatas
La espiritualidad de las Hermanas Oblatas es la de la Fraternidad, que es la espiritualidad misma de la Iglesia, cuyo corazón es el Sacrificio de la Cruz renovado cada día sobre nuestros altares, mediante el santo Sacrificio de la Misa.
Por eso la Santa Misa es la fuente inagotable de la vida espiritual y religiosa (Estatutos).
Oficio divino –Prima, Sexta y Completas– meditación, rosario en común, lectura espiritual, tiempo de oración personal: todo el día está inmerso en la Sangre del Cordero y las Hermanas están por su Oblación fijas al pie de la Cruz:
“Ellas son felices de participar en el Sacrificio de Nuestro Señor, como Nuestra Señora de la Compasión, de pie, junto a la Cruz.” (Estatutos)
Contemplar a Jesús Crucificado con los ojos y el corazón de María: esto es, en verdad, la vocación de una Oblata.
“Agregará especialmente como intención de su vida espiritual la compasión a los dolores de Jesús sobre la Cruz, a imagen de Nuestra Señora de la Compasión, patrona de las Oblatas, por la redención de las almas, por la santidad de los Sacerdotes y por su propia santificación.” (Estatutos).
“Por los Sacerdotes”: Al ser miembros de una Fraternidad cuyo objetivo es el Sacerdocio y todo lo que se relaciona con él, las Oblatas se deben santificar ante todo por los Sacerdotes.
Al dirigirse a las Hermanas Oblatas de Écône en la fiesta de Nuestra Señora de la Compasión –el 10 de abril de 1981– Mons. Lefebvre les decía:
“[…] Entonces vosotras, muy queridas Hermanas, auxiliares del Sacerdote, auxiliares no solamente con vuestras manos, sino auxiliares también con vuestras almas, con vuestro espíritu, del Sacerdocio, del Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, de su Cruz, de la extensión de su Reino, de la extensión de su Amor, os uniréis de una manera muy particular a la Santísima Virgen María.
Como Ella, junto a su Divino Hijo, compadeceréis y así contribuiréis también de una manera muy eficaz a la redención de las almas, en la medida en la que podáis hacerlo, en la medida en la que la Providencia os dé las gracias para hacerlo.
Así os asociaréis de una manera más profunda al Sacerdocio de los Presbíteros, pidiendo que estos Sacerdotes, que estos Seminaristas a quienes vosotras servís se conviertan en verdaderos Sacerdotes, que se conviertan verdaderamente en otro Cristo, que se asocien de una manera todavía más profunda, todavía más perfecta a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo...
Vosotras lo pediréis a la Santísima Virgen María. Entonces, ofreced vuestros sufrimientos, ofreced vuestros sacrificios con esta intención, para que el reino de Nuestro Señor Jesucristo se extienda.”
En esta hora de tormenta para la Iglesia y para el Sacerdocio, sigue habiendo una intención específica que Mons. Lefebvre quiso añadir:
“Más que nunca, hay abandonos sacrílegos, abandonos dolorosos de Nuestro Señor, y particularmente de las almas consagradas a Dios. Es por eso que os invitamos vivamente a ofrecer a vuestras pequeñas pruebas, vuestros sacrificios, vuestras dificultades, todos los dolores que el Buen Dios pueda permitir que sufráis, que tengáis, en unión con los dolores de la Santísima Virgen María, a fin de reparar por todos estos sacrilegios.” (Sermón del 6 de abril de 1979).
Aptitudes
Al ser el objetivo secundario de las Hermanas Oblatas de la Fraternidad el dedicarse a las obras de la Fraternidad, es decir, a ayudar a los Sacerdotes, ya sea en los seminarios, los prioratos o las escuelas, las aptitudes que se requieren son las siguientes:
un buen equilibrio general
un mínimo de buen juicio y de sentido común
una voluntad suficiente para perseverar a pesar de las dificultades
una madurez adulta, ya que la Oblata debe poder enfrentar todo tipo de situaciones
un desarrollo y un equilibrio afectivo normal, tanto más necesario para una Oblata cuanto que está llamada a vivir al servicio de los Sacerdotes, y por lo tanto en contacto con ellos
las cualidades de sociabilidad necesarias para la vida en común
El hecho de que se cuente con las aptitudes requeridas no es necesariamente una señal de vocación: toda persona que las posea no está forzosamente llamada a la vida religiosa. En cambio, una persona que no cuenta con ellas ciertamente no está llamada a ser Oblata.
Como para toda vida religiosa, lo que importa ante todo para hacerse Oblata es el llamado de Dios, es decir, la vocación.
¿Hay una preparación especial o estudios que cursar? ¿Hay una edad requerida?
No se pide ninguna preparación especial para entrar con las Oblatas, sino sólo una vida cristiana ya bien asentada en la Tradición.
Según los Estatutos, pueden solicitar ser admitidas las “personas de una edad que no les permita entrar en la sociedad de las Hermanas de la Fraternidad”, lo que significa a partir de los 30 años. Pero hay casos en los que se deroga esta regla, cuando otros impedimentos diferentes a la edad no permiten a las candidatas ser recibidas con las Hermanas.
No hay límite de edad fijo, siempre que las aspirantes sean todavía capaces de adaptarse a la vida en común y servir a la Fraternidad.
Una buena salud
Es necesario simplemente tener las fuerzas suficientes para poder dedicarse a servir y, según sus propias aptitudes, ahí en donde la obediencia coloque a las Hermanas.
Postulantado y noviciado
Los Estatutos prevén un año de Postulantado y un año de noviciado.
Desde 1999, el noviciado de las Hermanas Oblatas se ha establecido en Salvan, Suiza, no lejos del seminario de Écône.
El año de Postulantado se acaba con la toma de hábito y marca la entrada al noviciado, que es un tiempo de formación.
En el silencio y el recogimiento de una vida más retirada, postulantes y novicias se preparan para convertirse en auxiliares del Sacerdote, mediante el trabajo de sus manos y la oración de su alma.
Al no mezclarse aún con las preocupaciones de la vida activa, ellas sientan las bases de su vida futura y se inician en los secretos de la vida interior, la cual es la “razón de ser de las personas consagradas a Dios” (Estatutos). Aprenden que esa vida de unión a Dios debe ser tanto más profunda cuanto menos estará protegida más tarde, y adaptándolas a su propio estado, hacen suyas estas palabras que San Vicente de Paúl dirigía a sus hijas:
“[…] A razón de que están más expuestas al exterior, a las ocasiones de pecado, que las religiosas obligadas al claustro, al no tener por monasterio sino la casa (o la escuela del priorato) […], por claustro la obediencia, por reja el temor de Dios, deben tener tanta o más virtud que si fueran profesas en una Orden religiosa y están obligadas a comportarse en todos los lugares en los que se encuentren entre el mundo con tanto recogimiento, pureza de corazón y de cuerpo, desapego a las criaturas y edificación como verdaderas religiosas en el retiro propio de su monasterio.”
Por la mañana y por la tarde, según los niveles, se imparten cursos a las Hermanas. La enseñanza de la doctrina Católica y de la historia de la Iglesia completa el aprendizaje de la vida y de las virtudes religiosas. El descubrimiento de la liturgia se integra al ritmo mismo del año litúrgico. La proximidad de Écône permite experimentar el esplendor de las ceremonias, los días de fiesta. La lectura espiritual, unida a la lectura cotidiana de la Sagrada Escritura, está siempre ahí para nutrir el alma y fortalecer el espíritu. Un tiempo de estudio personal permite después a cada una asimilar y profundizar en todas estas riquezas.
Junto con su formación espiritual, las Hermanas también se inician en las tareas domésticas y reciben conocimientos prácticos de cocina, de costura, de lavandería, de sacristía; en pocas palabras, de todo lo que forma parte de la vida de un priorato.
Agregue a esto una media hora de canto por día, dos recreos en una alegría muy fraternal, una excursión por mes (o casi) en las hermosas montañas suizas, y tendrá usted una idea más o menos completa sobre la vida del Noviciado Santa Teresita del Niño Jesús.
Compromisos
Al término de esta preparación, la novicia se compromete, no mediante votos públicos, sino mediante un acto en el que ella hace a Dios su oblación con la divina Víctima y promete observar los Estatutos, especialmente lo que prescriben con respecto a las virtudes de obediencia, de pobreza y de castidad.
Después de seis años de compromiso anual, las Oblatas pueden solicitar renovarlo por tres años, y después de nueve años, pueden solicitar hacer un compromiso definitivo.
La renovación del compromiso se realiza en la fiesta de Nuestra Señora de los Siete Dolores, el 15 de septiembre.
Día típico de una Oblata
He aquí el reglamento, tal y como está prescrito en los Estatutos:
- 6:00 Levantarse
- 6:30 Oración en común (Prima o Laudes), seguida de la meditación
- 7:15 Santa Misa
- 8:00 Colación, tiempo libre
- 9:00 Trabajo
- 12:00 Fin del trabajo
- 12:15 Sexta
- 12:30 Comida, recreo
- Tiempo libre, lectura espiritual
- 15:00 Trabajo
- 16:15 Merienda
- 16:30 Trabajo
- 18:00 Tiempo libre
- Rosario o bendición con el Santísimo Sacramento
- 19:30 Cena
- 20:45 Completas, silencio absoluto