Sacerdocio
Basta abrir el Evangelio para saber qué es el Sacerdote. Basta saber qué es Nuestro Señor Jesucristo, el Sumo Sacerdote, el Sacerdote por excelencia, para saber qué son los Sacerdotes hoy.
Nuestro Señor dice con aquellas palabras tan breves y sencillas: “Como me envió mi Padre, así os envío Yo” (Jn 20, 21).
Continuación de la encarnación
Todas las cosas fueron creadas para que un día Nuestro Señor Jesucristo viniera a este mundo y cantara la gloria de Dios en nombre de todo el universo. Y si Nuestro Señor quiso instituir el Sacramento del Orden es para continuar su Encarnación y su Redención entre nosotros.
La obra principal que la Santísima Trinidad tuvo en vista desde toda la eternidad consiste en hacernos participar en la Encarnación y Redención de Nuestro Señor Jesucristo, mediante la unión a su Sangre, a su Alma y a su Divinidad. Si el sacramento del Orden es tan importante en la Santa Iglesia, es porque le permite a Nuestro Señor prolongar su Encarnación. La prolonga por su presencia real. Quiere encarnarse en cierto modo en nosotros para transformarnos a nosotros, pobres creaturas pecadoras, rescatarnos, purificarnos con su Sangre, unirnos a Él y prepararnos para la vida eterna.
Por esta razón, el sacramento del Orden es tan hermoso y grande. Nada permite acercarse ni comprender tanto a Dios como el Santo Sacrificio de la Misa; de ahí la importancia del sacerdocio."
Monseñor Marcel Lefebvre, La Santidad Sacerdotal, Libro 2, Parte 1ª, Capítulo 1
Orientado al sacrificio
El Sacerdote está hecho ante todo para el sacrificio, y esta es la razón por la cual, desde el día de su ordenación, los jóvenes Sacerdotes ofrecen el Santo Sacrificio de la Misa con el obispo, que les enseña, en cierto modo, a balbucear por primera vez las palabras misteriosas y sublimes del Santo Sacrificio de la Misa, que es lo que más necesita el pueblo fiel.
Si se considera a sí mismo, el Sacerdote no puede pretender semejante sublimidad, gloria y participación con el que es Sacerdote Eterno y Sumo Sacerdote; pero, por la gracia de Dios, es decir, por la gracia recibida el día de la ordenación sacerdotal, sí, el Sacerdote es digno ante Dios y ante los ángeles de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa; de hacer bajar con su absolución la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo sobre las almas para reparar sus pecados; y de derramar sobre la frente de los niños el agua del bautismo para que sean bautizados y resucitados en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. Tales son los poderes que el Obispo concede al Sacerdote el día de la ordenación sacerdotal. Tal es la misión de Nuestro Señor continuada en el tiempo."
Monseñor Marcel Lefebvre, La Santidad Sacerdotal, Libro 2, Parte 1ª, Capítulo 1