Vida en Común

“¿Quién ignora el gran influjo que sobre el corazón de un joven ejerce la voz de un amigo que le corrige lealmente, le aconseja, le reprende, le anima y le aparta del error?” (San Pío X, Encíclica Haerent Animo)

Los seminaristas se ejercen en la vida en comunidad, que no es más que una vida de familia, tanto en sus relaciones con los superiores como con sus compañeros.                                                                                                                                      

Deben procurar tener un profundo afecto hacia sus condiscípulos, rezando unos por otros y prestándose servicio mutuamente, en particular evitando todo lo que podría dificultarles el trabajo, el descanso, la oración y la unión con Dios, y de ahí la importancia del silencio.

Se ejercitan en los cargos o empleos necesarios para la vida común, y tratan de desempeñarlos lo mejor que pueden, acostumbrándose así a pensar en el bien común.

Con este mismo espíritu de entrega a todos, cuidan los objetos que pertenecen a la comunidad. Se esfuerzan por manifestar a todos la misma estima, la misma entrega, sobre todo con ocasión de los recreos o salidas."

Monseñor Marcel Lefebvre, Extractos del Reglamento de los Seminarios de la FSSPX

Importancia de la vida en común

Se pueden recordar, a propósito de los extensos beneficios de la vida en común, algunas palabras de San Basilio Magno, obispo de Cesarea, Padre y Doctor de la Iglesia y grande legislador del monacato oriental:                                                          

La cohabitación de varios hermanos reunidos constituye un campo de pruebas, un hermoso camino de progreso, un continuo ejercicio, una meditación ininterrumpida de los preceptos del Señor. Y la finalidad de esta vida común es la gloria de Dios... Este género de vida en común está en conformidad con la que llevaban los santos que nos recuerdan los Hechos de los Apóstoles: 'los fieles se mantenían unidos y lo tenían todo en común'.

Es más favorable vivir en comunidad que vivir en soledad para conservar los dones del Espíritu Santo. En efecto, se deriva por la oración de muchos no poco provecho cuando oran unánimes y en concordia, de modo que muchos den gracias a Dios en virtud de la gracia que hay en nosotros.

Pero también contra las insidias del enemigo es mucho más segura y útil la compañía de muchos, para que más fácilmente despierte el pecador del sueño que conduce a la muerte. Y por otro lado, ¿cómo comprobará su humildad, si no tiene a nadie con quien mostrarse humilde?, ¿cómo demostrará su misericordia el que es ajeno a toda compañía y convivencia?, ¿cómo se ejercitará a sí mismo en la paciencia si no tiene a nadie que ponga obstáculos a sus voluntades?"

San Basilio Magno, Extractos de la Regla Monástica