Día de Nuestra Señora Corredentora
Con la misa pontifical de ayer, terminaron los tres días de fiestas con la conmemoración de Nuestra Señora Corredentora, la patrona del seminario.
Monseñor Tissier, que nos acompañó en estos días, había llegado el pasado jueves para las ceremonias de toma de sotana y consagración de las campanas. Aprovechando su presencia, el padre director le pidió que nos dieras algunas conferencias sobre la vida y personalidad de Monseñor Marcel Lefebvre.
Monseñor habló en algunas charlas sobre los turbulentos años de la década de 1960, en los que Monseñor Marcel Lefebvre fue obispo de Tulle, miembro de la Comisión Preparatoria del Concilio Vaticano II, presidente del Coetus Internationalis Patrum y Superior General de la Congregación de los Padres del Espíritu Santo. Con varios hechos y testimonios inéditos, Monseñor mostró como la Providencia fue preparando la creación primeramente de la Casa Don Bosco de Friburgo y, luego, del Seminario San Pío X de Ecône.
La comunidad del seminario expresa su agradecimiento a su Santa Patrona por más un año de gracias, en el que su cuidado maternal ha guardado y protegido a su seminario, y también a todos sus bienhechores espirituales y materiales que acompañan nuestra obra de formación sacerdotal.
Que Dios los bendiga.
Nuestra Señora Corredentora
La Virgen es compañera de Cristo en la Redención como Corredentora, siendo con El un solo principio moral del acto redentor mismo, y a este título, Sacrificadora secundaria y Víctima subordinada del Sacrificio del Calvario.
Y como el acto redentor merece todas las gracias necesarias o convenientes para la salvación de la Humanidad, María participa también a este aspecto, mereciéndonos todas las gracias que serán concedidas a los hombres. Y así como Cristo es Mediador de todas las gracias, porque El las mereció al precio de su sangre, del mismo modo María, por ser Corredentora y haber merecido todas las gracias en unión con Jesús, al precio del martirio de su Corazón inmaculado, queda establecida por Dios Mediadora universal de todas las gracias: Ella nos ha merecido toda gracia, Ella la obtiene por su omnipotente oración, y Ella nos la destina y consiente a ella por un acto libre y consciente de su voluntad.
Ahora bien, la gracia es la vida del alma, su vida sobrenatural. Por lo tanto, como María comunica realmente la vida a las almas, Ella se convierte en Madre espiritual de todos los redimidos, ejerciendo sobre ellos una verdadera maternidad: María cumple de manera eminentísima todas las funciones que una madre ejerce en la vida de su hijo.