Recreación
La recreación de comunidad es parte esencial de la formación en el Seminario y, por lo tanto, es obligatoria.
La primera razón de esta recreación es el relajar la mente y quemar el exceso de energía del cuerpo, lo que permite a los seminaristas volver a sus estudios y oraciones con renovado vigor y atención.
En el Seminario, las recreaciones diarias permiten una variedad de actividades relajantes, tanto cubiertas como al aire libre. Están los deportes como el fútbol, el paddle, el tenis y el vóley. Los menos inclinados a los deportes de equipo suelen ir a correr o a caminar con otros seminaristas. En el interior, el Seminario cuenta con una sala de recreación con juegos de mesa, una mesa de ping-pong, billar y futbolín.
Útil al cuerpo y al alma
Las horas pasadas en la capilla y en las aulas son buenas y gratificantes, pero el hombre está compuesto de cuerpo y alma, y ni el cuerpo ni la mente pueden trabajar siempre sin descanso. Esta es la razón por la que Monseñor Lefebvre llama esta recreación de “absolutamente necesaria” en el Reglamento para los Seminarios.
Al mismo tiempo, la recreación es una escuela de virtud. Debido a que este es un momento de relajación, la gente muestra más sus personalidades y está más propensa a revelar sus opiniones, gustos y disgustos. En la emoción de una discusión animada o de un juego, nuestras buenas y malas cualidades se manifiestan, dando a nosotros la oportunidad de humillarnos y a nuestros compañeros la ocasión de ejercer la paciencia y la tolerancia.
Hagan lo que hagan, sin embargo, su recreación terminará con el toque de la campana, llamándolos a regresar a sus deberes, ya sean estudios, clases, trabajo de departamento o cultivo de su vida de oración.
Las vacaciones
El Seminario tiene dos periodos de vacaciones. Las vacaciones de invierno se ubican entre julio y agosto, y las vacaciones de verano en los meses de enero y febrero.
Las vacaciones mayores deben servir, además, para la formación pastoral de los seminaristas, los cuales, por lo mismo, deben disponerse a que les sean útiles al mismo tiempo que les permitan lograr el necesario descanso. Por eso, durante mitad de las vacaciones mayores, los seminaristas ayudan a los padres del distrito en la realización de campamentos y retiros, adquiriendo algo de la experiencia que necesitarán para su futura labor apostólica.
Las vacaciones mayores pueden ser también la ocasión para profundizar un tema de estudio o llenar alguna laguna en los mismos. Y en todas partes, el seminarista debe esforzarse por edificar al prójimo por su comportamiento, su dedicación, su modestia y sencillez, su dulzura, en definitiva, por la verdadera virtud y nobleza cristianas.